Vamos a pedales. Cambiar la movilidad y recuperar las calles

Las ciudades no fueron diseñadas para la movilidad motorizada, la inclusión de los coches en las calles desde finales del siglo XIX se hizo a costa de expulsar carromatos de caballos y bicicletas, además de convertir el espacio urbano en un lugar más inseguro para los peatones. No se trata de hacer un ejercicio de nostalgia sino de reflexionar sobre cómo este proceso de sustitución de pautas de movilidad nunca fue tan natural como la

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Frenar al automóvil para salvar las ciudades

La ciudad siempre ha sido algo más que calles con edificios a los lados, la vida urbana es sinónimo de relaciones sociales, convivencia y conflicto en un entorno altamente artificializado. Esta intensidad relacional ha sido denominada como “sinecismo”, primero por Jane Jacobs y Edward Soja, después planteándola como la chispa que genera la innovación y favorece la creatividad social y económica debido al hecho de vivir junto a otras personas. Esta sinergia forjada por la

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Al futuro en bicicleta

Ecologismo consecuente no es conducir automóviles con catalizador e impulsados con gasolina sin plomo, sino poner radicalmente en entredicho un sistema de transporte basado en la primacía del automóvil privado, cómo lo hacía José Antonio Viera-Gallo (secretario de Justicia en el Gobierno chileno de Salvador Allende) cuando lúcidamente postulaba que el socialismo puede llegar sólo en bicicleta – Jorge Riechmann

Sobre modelos de ciudad

La ciudad constituye el tejido espacial de la vida social. Presenta una doble dimensión interactuando: la ciudad como urbs y la ciudad como civitas. Esta concepción dialéctica desde la que la modernidad ha definido la ciudad evoca la unión de un territorio físico (urbs) y una comunidad de ciudadanos que la habitan (civitas). En consecuencia, no existe ciudad sin ciudadanos, sin vida comunitaria, pero tampoco existe ciudad sin territorio, sin el asentamiento de una población

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Cinco años para actuar contra el cambio climático

El homo tecnológico, que acaba de inaugurar el siglo XXI en un planeta poblado por más de 7.000 millones de seres humanos, consume de promedio tanta energía como una máquina de 12.000 watios de potencia. El ciudadano medio de las sociedades opulentas “come” petróleo (seis de cada siete calorías que ingieren los humanos que viven en los estratos sociales pudientes del mundo proviene de los combustibles fósiles, y sólo una, en verdad, de la energía

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