Entrada redactada por Toño Hernández
La actual crisis es de tal calado que necesitamos encontrar respuestas a algunos interrogantes desde la óptica de las alternativas económicas. El mercado capitalista es un “invento” que funciona mal, a trompicones, dejando en el camino a muchas personas y territorios.
Si algo parece claro desde el punto de vista ecológico es que el estado de bienestar basado en producciones y consumos masivos no va a poder continuar. La nueva “sociedad del bienestar” podrá y deberá mantener y mejorar servicios básicos como educación, sanidad, atención social, pero para ello el mercado tendrá que estar supeditado a la sociedad y no al revés.
El desmantelamiento de los servicios públicos y las prestaciones sociales junto al aumento del coste de la vida van degradando la situación de cada vez más personas, provocando una crisis humanitaria que destruye los vínculos sociales y crea un estado psíquico colectivo en el que pueden proliferar propuestas autoritarias. A menos que ofrezcamos salidas concretas con las que recomponer el sentido ciudadano de colaboración sin exclusión.
Necesitamos actores económicos que sustituyan la competencia por la cooperación, la solidaridad por el egoísmo, el afán de lucro y la acumulación por la suficiencia, la obsesión por la cuenta de resultados por el interés en las personas y el entorno, la opacidad por la transparencia, la jerarquía por la participación.
Hacia otro tipo de mercado
Existen desde hace mucho tiempo empresas, organizaciones y grupos variados que funcionan con esas lógicas: comercio justo, consumo responsable, finanzas éticas, grupos autogestionados de consumo, empresas de inserción social.
El Mercado Social pretende crear redes entre todos esas experiencias en el ámbito económico y comercial, ampliando alianzas intersectoriales, e introduciendo a los consumidores como actores del proceso de regulación económica.
Para ello el Mercado Social se plantea unos objetivos no demasiado complicados, basados en la idea del apoyo mutuo:
- Cada componente de la red se compromete a consumir el máximo dentro de ésta.
- Cada componente de la red se compromete a producir el máximo para ésta.
- Cada componente de la red contribuye a crear otras iniciativas vinculadas a ésta, depositando ahorros y excedentes en instrumentos financieros de la red.
Esta red nos debería permitir cubrir una parte significativa de nuestras necesidades socioeconómicas y experimentar nuevas formas de producir, consumir, invertir y vivir cualitativamente mejores. En la medida que seamos capaces de conformar esta red, potenciaremos nuestras posibilidades de transformar la realidad socioeconómica.
Vemos por tanto, que es algo más que una simple suma de añadidos empresariales que ponen en marcha una “tienda” donde colocar productos que atraigan a consumidores concienciados. El objetivo es construir un movimiento social en el ámbito económico con una clara perspectiva rupturista.
Se está desarrollando un Sistema de Certificación que sea resultado de un proceso deliberativo, democrático y participado por las organizaciones y empresas proveedoras y por las personas y grupos consumidores. Un sistema de certificación que mida las aportaciones sociales de cada entidad y que también ayude a detectar las carencias y a formular objetivos de mejora; y que ayude a difundir con claridad la responsabilidad y el compromiso que asumen las entidades del mercado social. Las entidades proveedoras realizarán un Balance Social anual del que obtendrán una especie de “sello” que muestra como son sus prácticas empresariales, y que será visible y evaluable por cualquier persona.
Independientemente de que alguien pertenezca o no al Mercado social, puede tener una referencia de empresas y organizaciones que ofrecen productos y servicios con otra lógica. En la red ya hay proyectos de banca ética, empresas energéticas o de seguros, tiendas y productores de alimentos ecológicos, servicios de informática, diseño, formación, abogacía, gestoría, reparaciones para el hogar, etc. Una oferta, aún pequeña, pero que va creciendo poco a poco de manera firme.
Otra pieza importante tiene que ver con la creación y uso de monedas sociales. En Madrid están implementando “el boniato”, una moneda que permite realizar intercambios entre los miembros de la red y que posibilita a las personas y entidades consumidoras recibir bonificaciones en dicha moneda con cada compra, con la que luego pueden pagar los productos y servicios. Uno de los objetivos de la moneda es potenciar el consumo local y de criterios solidarios, aunque no potenciar el consumismo.
Para el uso cotidiano, cada persona o entidad que forma parte del Mercado Social, recibe una cuenta electrónica en boniatos, con la que puede operar para realizar sus operaciones: más o menos como disponer de una cuanta bancaria en otra moneda diferente. También, durante la Feria de la economía solidaria en la que participó la FUHEM,se emiten billetes físicos que sólo se pueden utilizar en dicha feria; en este caso el objetivo es pedagógico y comunicativo, tanto para dar a conocer su “sistema monetario” como para cuestionar las prácticas financieras dominantes.
Como ciudadanos/as responsables no deberíamos dejar el terreno de la construcción económica solamente en manos de empresarios o “emprendedores” que responden a la lógica capitalista. Pensar nuevas formas de resistencia y construcción económica se convierte en una obligación para no seguir dejando en manos de una élite peligrosa los inmensos recursos generados por los y las trabajadoras.
Participar en el Mercado Social puede ser una manera más de apostar por un cambio de modelo. Y realmente sólo requiere realizar pequeños cambios en nuestras costumbres, combatir la inercia a seguir haciendo lo mismo aunque no nos guste y querer participar en espacios de construcción colectiva de nuevas realidades económicas y sociales.