La presente entrada recoge en cursiva algunas de las principales conclusiones del informe del IPCC (Panel de Científicos/as de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en sus siglas en inglés) de 2013. Además las comenta a continuación.
Causas
El aumento de la temperatura superficial del mar y de la tierra entre 1880 y 2012 ha sido de 0’85±0’2ºC. Su causa es el incremento de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Así, el metano y el óxido nitroso atmosférico están en niveles nunca vistos, al menos, en los últimos 800.000 años. En 2011 las concentraciones de CO2, CH4 y N2O en la atmósfera eran de 391 ppm, 1.803 ppb y 324 ppb, excediendo los niveles pre-industriales en un 40%, 150% y 20% respectivamente. Las concentraciones de CO2 han aumentado fundamentalmente por la combustión de combustibles fósiles y la producción de cemento (365±30 Gt), pero también por los cambios de uso del suelo (180±80 Gt).
Un incremento de menos de 1ºC puede parecer muy poco, considerando que entre el día y la noche o a lo largo de las estaciones las variaciones de temperatura son mucho mayores. Sin embargo, las implicaciones para el equilibrio climático de esta “pequeña” variación ya son muy grandes, como veremos a continuación.
Los aerosoles y su interacción con las nubes han compensado una parte del calentamiento que se podría haber producido como consecuencia de la concentración de gases de efecto invernadero existentes
Entre estos aerosoles se encuentran, por ejemplo, los nitratos y sulfatos formados a partir de la quema de carbón. También están otros contaminantes atmosféricos. De este modo, aunque es paradójico, el calentamiento global se ve atemperado en parte por el combustible más emisor de CO2 por unidad energética (el carbón) y por la contaminación atmosférica.
Impactos
El aumento del nivel del mar desde mediados del siglo XIX ha sido mayor que la media durante los dos milenos anteriores. Entre 1901 y 2010, el nivel del mar subió 0’19±0’02 m. En el periodo 1993-2010 el nivel del mar ha ascendido 2’8±0’5 mm/año como consecuencia mayoritariamente de la expansión térmica de los océanos y el deshielo de los glaciares. En función de distintos escenarios, en 2081-2100 el mar habrá aumentado 0’26-0’98 m respecto a 1986-2005. En adelante, el nivel de las aguas seguirá subiendo.
El aumento del nivel del mar no solo implica la desaparición de tierra, sino también la salinización de nuevos acuíferos por intrusión salina, con lo que las implicaciones para el ser humano son todavía mayores. En Australia y Oceanía, alrededor del 80% de la población viven a menos de 50 km de la costa. En Europa, América y Asia es cerca del 30%.
Los océanos han absorbido alrededor del 30% del CO2 emitido por los seres humanos. Esto ha producido su acidificación: el pH de la superficie oceánica ha bajado 0’1 desde el inicio de la Revolución Industrial y seguirá haciéndolo.
Uno de los principales impactos del descenso del pH oceánico su impacto sobre la supervivencia del plancton, con importantes consecuencias para las cadenas tróficas marinas.
En general, en las zonas más húmedas están aumentado las precipitaciones y en las más secas disminuyendo. Así, por ejemplo, los monzones se harán más húmedos. También aumentan las diferencias entre las estaciones secas y húmedas. Estos fenómenos se harán más drásticos a medida que aumente el siglo.
En la medida que el aumento de precipitaciones está siendo en forma de lluvias torrenciales y las sequías son más intensas, el cambio del patrón de lluvias, en general, tendrá (tiene ya) impactos netamente negativos.
Bucles de retroalimentación positivos
Más del 60% del incremento de energía neta de la Tierra como consecuencia del incremento del efecto invernadero entre 1971 y 2010 ha sido absorbido por la capa superior de los océanos (hasta 700 m de profundidad) y un 30% en las capas profundas.
De este modo, hasta ahora el océano ha servido como un amortiguador del cambio climático, que ha hecho que la temperatura de la atmósfera haya aumentado menos de lo que debería haberlo hecho por la concentración de gases de efecto invernadero existentes. Pero este fenómeno, lo único que ha hecho ha sido retrasar el calentamiento atmosférico. Probablemente llegará un momento en que el océano empiece a liberar calor retroalimentando el calentamiento atmosférico.
La pérdida de hielo de los glaciares a nivel mundial, excluyendo la de los glaciares de las periferias de las placas de hielo, ha sido de 226 Gt/año entre 1971 y 2009 (y de 275 Gt/año entre 1993-2009). La pérdida de hielo en Groenlandia ha aumentado de 34 Gt/año en 1992-2001 a 215 Gt/año en 2002-2011. En la Antártida, en los mismos periodos, el incremento del deshielo ha sido de 30 a 147 Gt/año. El hielo Ártico disminuyó en el periodo 1979-2012 a un ritmo del 3’5-4’1% a la década (y el descenso fue mucho mayor en el mínimo de hielo en verano). En Groenlandia, el deshielo será más rápido que las precipitaciones en forma de nieve, con lo que los glaciares seguirán disminuyendo.
El deshielo de grandes extensiones hace que importantes superficies que eran blancas y, por lo tanto, reflejaban bien la radiación solar, pasen a ser de colores más oscuros (azul marino si es agua o marrones si es tierra). Este fenómeno retroalimenta positivamente el calentamiento global.
La temperatura del permafrost ha aumentado desde la década de los ochenta, lo que ha producido una reducción en su grosor y extensión entre 1975 y 2005. A finales del siglo XXI, el permafrost cercano a la superficie (hasta 3’5 m de profundidad) disminuirá un 37-81% en función de los distintos escenarios.
El permafrost es el suelo que está helado durante, al menos, 2 años. Grandes extensiones de Alaska, Canadá, Escandinavia y Siberia tienen (o tenían) su suelo helado. Además de muchas otras consecuencias, como por ejemplo la destrucción de infraestructuras porque la base sobre la que se asentaban pierde consistencia, el deshielo del perfafrost está incrementado las emisiones de metano (CH4) a la atmósfera, pues estos terrenos retienen grandes cantidades de este gas mientras están congelados. El metano es un gas de efecto invernadero notablemente más activo que el CO2 y que, por lo tanto, retroalimenta el incremento del efecto invernadero.
El suelo ha absorbido cerca del 30% del CO2 emitido por el ser humano.
Sin embargo, al igual que ocurre con el océano, puede llegar un momento en que los suelos se conviertan en emisores netos de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, aumenten el calentamiento global.
El vapor de agua retroalimenta el cambio climático.
Una de las consecuencias del aumento de la temperatura es el incremento de la evaporación del agua. La nubes, en un proceso complejo y desigual, reflejan parte de la radiación solar que llega a la Tierra. Pero, a la vez, el agua en estado gaseoso es también un gas de efecto invernadero. Las últimas evidencias apuntan a que el aumento de evaporación del agua sería un elemento que, de forma neta, retroalimentaría de forma positiva el cambio climático.
Más proyecciones
El aumento de temperatura en 2100 se situará con mayor probabilidad en 1’5-4’5ºC. Es extremadamente improbable que esté por debajo de 1ºC y muy improbable que sea superior a los 6ºC.
Durante estos años han ido apareciendo distintos estudios que sitúan el límite de seguridad para que no se dispare el calentamiento global en una concentración de CO2 de 350 ppm, esto permitiría que la temperatura no aumentase 1’5ºC por encima de los valores pre-industriales. Este límite de seguridad intenta que no se activen (o lo hagan de forma mínima) los bucles de retroalimentación y que los impactos del cambio climático sean más fácilmente asumibles (menor aumento del nivel del mar, descenso del pH, variación en el patrón de precipitaciones, frecuencia y virulencia de los fenómenos meteorológicos extremos, etc.). Para conseguir este objetivo de concentración de CO2 en la atmósfera, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero debería alcanzar su máximo en el año 2015 como muy tarde y, a partir de ese momento, comenzar a disminuir, a un ritmo superior a 2 ppm al año.
Los escenarios futuros que maneja el IPPC suponen, en el mejor de los casos (RCP2.6), una concentración de CO2 en 2100 de 421 ppm (475 ppm si se contabilizan como CO2eq el N2O y el CH4). Sin embargo, en ninguno de los escenario del IPCC se aborda la disminución de la quema de combustibles fósiles por una reducida disponibilidad de ellos como consecuencia de alcanzar sus picos de extracción (para más información pinchar aquí).
En todos los escenarios, la temperatura del planeta seguirá aumentado después de 2100 o incluso permanecerá constante cesando totalmente de emitir gases de efecto invernadero de origen humano. Entre el 15 y el 40% del CO2 emitido permanecerá en la atmósfera más de 1.000 años. De forma, una gran fracción del cambio climático antropogénico es irreversible.
Esto muestra como, incluso con una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero, el cambio climático ya es una realidad inevitable y tiene una inercia que hace que perdure en una escala de milenios. El CO2 es la molécula clave, pues es la que tiene un tiempo de vida en la atmósfera mayor de todos los gases de efecto invernadero.
La corriente oceánica atlántica se va a debilitar durante este siglo, aunque es improbable que se detenga durante este periodo.
Esta corriente es fundamental para el mantenimiento del equilibrio climático en muchas zonas, no solo en las costas atlánticas, sino también, por ejemplo, los monzones. En general, la circulación oceánica se va a ver afectada por la desaparición o debilitamiento del foco frío del ártico, pero también por el calentamiento de la capas profundas del océano.
Las soluciones basadas en el geoingeniería aportan pocas evidencias de su utilidad y tienen limitaciones biogeoquímicas y tecnológicas con posibles efectos secundarios muy adversos a escala global.
Algunas de las propuestas englobadas en la geoingeniería son: fertilizar los océanos con nanopartículas de hierro o con urea para incentivar el crecimiento de fitoplancton consumidor de CO2, usar algas transgénicas, bombear agua de las profundidades del océano a la superficie para enfriarla, disparar sulfatos a la estratosfera para aumentar la reflexión solar, colocar millones de espejos de un tejido ultrafino en el espacio, lanzar agua salada a las nubes para que reflejen los rayos de sol, el biochar, plantar árboles transgénicos de rápido crecimiento. La única prohibida explícitamente por ahora es la fertilización oceánica. Estos proyectos, que se pretenden realizar a gran escala, tendrán impactos también a gran escala de consecuencias impredecibles.
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