El Imperio romano desde una mirada amplia

La historia cobra otra dimensión si se hace una mirada amplia. Este es el objetivo de esta entrada: ayudar a estudiar el Imperio romano desde una perspectiva temporal y espacial mayor de que habitualmente se realiza. También conjugando aspectos económicos, sociales y ambientales.

Para ello extractamos y resumimos dos pasajes de: Fernández Durán, R.; González Reyes, L. (2018): En la espiral de la energía. Libros en Acción y Baladre. Madrid. La bibliografía se puede consultar en el libro. A partir de estos textos se lanzan algunas cuestiones al alumnado.

FICHA TÉCNICA

Nivel: A partir de 3º de ESO.

Materias: Historia, Economía.

Objetivos

Al finalizar la técnica el alumnado desarrollará su pensamiento complejo:

  • Inscribirá el Imperio romano en una escala temporal y espacial mayor.
  • Relacionará las dimensiones económicas, sociales y ambientales en el Imperio romano.
  • Entenderá la dinámica de procesos de realimentación de distintas variables.

Temporalización: 2-3 sesiones.

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DESARROLLO DE LA TÉCNICA

El método es muy sencillo. Consiste en leer los dos textos y responder a las preguntas que se plantean a continuación. Esta respuesta puede ser individual, pero por la complejidad de algunas de ellas es mejor abordarla en equipos de 3-4 personas.

El Imperio romano con mirada temporal y espacial amplia

Para la región afroeuroasiática excluyendo África subsahariana, Graeber (2011) propone separar esta etapa histórica en tres grandes periodos. El primero comprende el primer desarrollo estatal entre 3500 y 800 AEC aproximadamente. Está caracterizado por la existencia de formas crediticias de dinero. Durante esta fase, los grados de desigualdad social fueron relativamente poco acusados y no existió esclavitud masiva. La segunda etapa comprendería hasta 600 EC. En ella, el uso del dinero-monetario fue masivo y la esclavitud se encontró en la base de la economía. Por último, entre 600 EC y 1450 EC se volvió a otra fase de economía menos monetizada y más basada en el crédito, que estuvo acompañada por sociedades con menos relaciones de dominación. Estas etapas coincidieron con periodos de más y menos enfrentamientos armados, de modo que los tiempos de guerra fueron, en general, los más autoritarios, injustos y de mayor agresividad hacia las mujeres.

En paralelo al florecimiento del Imperio romano y de la dinastía Han china (la segunda etapa de las tres que acabamos de enunciar), se establecieron Estados fuertemente militarizados en América (Moche, Nasca y Tiahuanaco en Perú, Teotihuacán en México). Esto coincidió con un periodo de estabilidad climática en todo el globo. Tanto en América como en Eurasia, el orden estatal se quebró en fechas similares, que coinciden con el fin de dicha estabilidad climática (Brooke, 2014).

El sistema esclavista-guerrero-monetario (800 AEC-600 EC)

Un nuevo sistema organizado alrededor de la triada esclavismo-guerras-moneda emergió de este periodo de transición. En él, la agricultura se intensificó, y la población y la urbanización crecieron.

Entre 600 y 500 AEC, apareció la acuñación de moneda de forma independiente en tres partes del mundo: el norte de China, el valle del Ganges y las tierras alrededor del mar Egeo. El uso de este tipo de dinero se extendió durante el siguiente milenio por Afroeurasia, de manera que se acuñó moneda de forma masiva en la Grecia clásica y en Roma, pero también en el oeste africano en forma de anillos de cobre o en Sudán a partir del hierro. La expansión de la monetización se basó en su aceptación para el pago de impuestos, porque contó con la garantía del Estado y como medio de pago a los soldados. Además, se implantó en muchos casos vía militar1.

Al principio, la moneda fue de emisión privada, pero el Estado rápidamente monopolizó su acuñación en todos los lugares donde se desarrolló. En China, fue especialmente importante este hecho, ya que la moneda estatal se implantó a partir (y a costa) de monedas locales anteriores. Mediante el monopolio de la emisión del dinero, los Estados consiguieron crear mercados estatales más unificados, facilitar el cobro de impuestos y centralizar el poder.

El dinero-moneda está entre el dinero-mercancía y el dinero fiat2. Por una parte, el dinero-moneda seguía siendo en parte una mercancía (oro, plata, cobre) y su valor estaba relacionado, hasta cierto punto, con el del metal. Por otra, su valor tenía un componente de fe (se confiaba en que se iba a aceptar como medio de pago por el monto que figuraba impreso) y, desde esa perspectiva, era fiduciario. Este cambio fue de enorme importancia en la historia del dinero (y de la humanidad), pues implicó el compromiso social de aceptar el valor de la moneda en la cantidad estampada en ella, más allá del que tiene por los materiales de los que está fabricada. También supuso la capacidad por parte del Estado de imponer el monopolio de la creación del dinero, lo que es un indicador de la centralización del poder y, a la vez, una herramienta para su perpetuación.

Este cambio supuso una transformación social de gran magnitud. El dinero se convirtió en algo escaso, no accesible para la población: ya nadie podía usar las semillas que plantaba como dinero, pues el único aceptado era la pieza de oro con la cara del regente. Además, por su estandarización y perdurabilidad, el nuevo intermediario comercial pudo ser usado también como reserva de valor. Y no solo eso, sino que hubo dos tipos de monedas: las fuertes, con alto contenido en oro o plata destinadas para el comercio y la acumulación; y las débiles basadas en metales como el cobre, que usó la mayoría de la población. Estas últimas se fueron depreciando frente a las primeras y, por lo tanto, suponiendo una pérdida de poder adquisitivo de los estratos populares frente a las élites (Estrada y col., 2013). Estos aspectos contribuyeron a disparar las desigualdades sociales3.

Se terminaron los jubileos de deuda que se habían dado durante el anterior periodo histórico como mecanismo de reducción de las desigualdades, lo que propició una concentración de riqueza y una mayor fuerza de los prestatarios. Esto se acompañó con la construcción de la obligación moral de devolución de las deudas (Graeber, 2011; Hudson, 2018).

En esta etapa, creció el comercio. Con el dinero-moneda se facilitaron mucho los intercambios, pues ya no eran necesarias las relaciones de confianza para cerrar arreglos comerciales (como en un funcionamiento crediticio). La labor de los prestamistas, que financiaban las expediciones comerciales, también fue importante. El mercado progresivamente dejó de ser un espacio centrado en el pago de tributos y en el intercambio vía trueque, y se convirtió en un lugar de comercio monetizado. Ese cambio comenzó a operarse a finales del siglo VII AEC.

Además de a nivel local, también se comerció entre los Estados agrarios en las regiones de Eurasia. El tipo de intercambio era mayoritariamente de bienes de prestigio (seda, metales preciosos), mucho más fácilmente transportables que los energéticos (madera, cereales). El oro y la plata servían como dinero “universal”. Estas rutas se basaban en tres energías básicas, la del camello/caballo, la del viento y la humana. No había energía disponible que permitiese que, por velocidad y precio, compensase un transporte más masivo. El principal eje fue la Ruta de la Seda, especialmente a partir del siglo I EC, cuando el Gobierno chino empezó a fomentar el intercambio con India, Persia y el Mediterráneo. Esto se vio reforzado posteriormente con la expansión del comercio por el suroeste de Asia, India y el sureste asiático, gracias al aprendizaje de cómo usar los monzones para navegar. Las conexiones también fueron con África, por ejemplo cuando el Estado de Kush (en Sudán) controló Egipto y, con ello, integró redes comerciales mediterráneas y de África Oriental. De este modo, se conectaba comercialmente gran parte de Afroeurasia con sus dos centros más importantes situados en China y el Imperio romano. Y, junto al intercambio físico, también se produjo un importante intercambio de información.

Esto permitió una organización social en una escala mayor y una creciente complejidad y estratificación, pues la expansión de las relaciones comerciales fue también la de las sociales. Pero, a la vez que el uso de la moneda permitió interaccionar a más personas, también hizo más débiles estas interrelaciones, pues permitía hacerlas más impersonales. Además, el dinero pasó a regular, al menos en parte, las relaciones con las deidades (a través de donativos), las élites (con el pago de tributos) o en la formación de las familias (por el pago de la dote) (Weatherford, 1997).

Al igual que en la etapa anterior, se siguió usando el préstamo con interés. Prueba de ello es que en India y en China se mostró desprecio por la usura, como queda expresado en los Sutras (700-100 AEC). También se practicó en la Roma republicana (aunque se intentó prohibir) y en la imperial (Graeber, 2011).

Este periodo estuvo caracterizado por una mayor frecuencia de guerras y enfrentamientos. Por ejemplo, en China es la etapa de los Reinos Combatientes (475-221 AEC), que había sido precedida por otra de fuerte inestabilidad, la denominada Primavera y Otoño (722-481 AEC). Fueron los tiempos de las guerras en el Mediterráneo para su control y de enfrentamientos a gran escala en India. De este modo, los Estados que no desarrollaron fuertes ejércitos acabaron sucumbiendo a manos de los que sí lo hicieron. Para conseguir estos ejércitos, fue fundamental la capacidad de movilización del máximo de recursos monetarios4 y físicos5.

En este contexto, se crearon nuevos ejércitos de mercenarios. Esto fue un salto importante en la historia, al dar una vuelta de tuerca más en el despliegue de la violencia. Los conflictos bélicos ya no estuvieron solo dominados por una casta guerrera que mandaba al campesinado, sino que comenzaron a profesionalizarse también en su base: la infantería. La invención de la moneda se hizo imprescindible para pagar a los mercenarios, un pago que no podía ser en especie (imposible de transportar), ni en letras de cambio u otros formatos de dinero-crediticio (pues no se podía usar en los territorios conquistados).

En paralelo, creció la esclavitud (Chew, 2007; Harman, 2008). En respuesta a que el campesinado, a través de importantes luchas sociales, había conseguido liberarse de la servidumbre basada en deudas en los siglos anteriores, se recurrió a la esclavitud masiva6 para sostener los niveles de apropiación agrícola y de metales preciosos que mantuviesen toda la maquinaria estatal. La principal fuente de esclavos/as fueron las guerras (Graeber, 2011). Esto generó una pérdida de la calidad de vida de la mayoría de la población7.

De este modo, se produjo un sistema que entrelazaba la guerra, la acuñación de moneda y la esclavitud. Si alguno de los tres elementos caía, el entramado se venía abajo. Este sistema fue el que funcionó en el Imperio romano, en los reinos situados en el valle del Ganges, entre los que destacó el Imperio gupta (Magadha), y en China, obviamente con particularidades en cada zona. A su vez, fue un sistema que terminó conforme fueron colapsando los Imperios romano y gupta, y China evolucionó hacia otros formatos económicos.

1Cuando Alejandro Magno construyó su efímero imperio, terminó también con toda la economía pretérita en Fenicia y Mesopotamia, sustituyéndola por la helena en base al dinero-moneda.

2El dinero fiat o fiduciario es el dinero-símbolo, pues no tiene soporte físico detrás. Todas las monedas actuales son fiduciarias al no tener contravalor equivalente en las arcas de los bancos centrales que respalden el dinero en circulación.

3Por ejemplo, la riqueza de las élites romanas se multiplicó por 2 durante el siglo I EC y por 5-8 durante los 3 siglos siguientes. En cambio, la población tuvo peor salud que la de las regiones “bárbaras” y fueron 1-2 cm más bajas que antes y después del periodo imperial (Brooke, 2014). En el siglo II EC, el 1,5% más enriquecido controlaba el 20% de los ingresos totales y el siguiente 10% otro 20% (Scheidel y Friesen, 2010).

4Por ejemplo, en 14 EC el gasto militar del Imperio romano se situó en el 45-58% del presupuesto (Ferguson, 2001).

5Así, durante la etapa de los Reinos Combatientes, se talaron de forma masiva los valles del norte, se desecaron zonas pantanosas, se extendió el regadío y se apostó por una agricultura más intensiva (Harman, 2008).

6En la Atenas clásica y la Roma del siglo I AEC, 1/4-1/3 de la población era esclava (Ponting, 2007; Scott, 2017).

7Durante el Imperio romano, la población fue más baja que en el periodo anterior (Morris, 2013).

Cuestiones

  1. Busca información y sintetiza en dos párrafos los rasgos principales (lugar y extensión donde se situaron, inicio y final del Estado y breves rasgos de su orden político y económico) de los siguientes Estados citados en el texto: Kush, Imperio gupta, China han, Moche, Nasca, Tiahuanaco y Teotihuacán.
  2. Encuentra 3 cosas del texto que no comprendas bien y pregúntalas en clase.
  3. Explica al menos dos maneras en las que el cambio en el orden económico transformó el orden social.
  4. Explica cómo se relacionaban el sistema esclavista, las guerras y el uso de monedas.

Auge y colapso del Imperio romano

Roma se basaba en una interrelación entre la organización política centralizada, el ejército, el esclavismo y la agricultura. Las expansiones territoriales eran las que permitían una entrada continuada de recursos (oro, pero sobre todo tierra, que era la base de la producción energética de su economía solar) y de esclavos/as. Con estos recursos se mantenía el ejército que subyugaba a la población. Veamos con un poco más de detalle cómo funcionó el sistema en base, fundamentalmente, a trabajos de Weatherford (1997), Greer (2005), Lorenzo (2006), Wright (2006), Chew (2007), Montgomery (2007), Heather (2009), Tainter (2009), González de Molina y Toledo (2011), Brooke (2014) y Bardi (2014a, 2014b, 2017b).

Roma tuvo el ejército más poderoso de la región fundamentalmente porque su sistema agrícola le permitió mantener el ejército numeroso. Gracias a él, fruto de las guerras de expansión desde mediados del siglo III AEC entraron cantidades crecientes de oro y plata al tesoro romano. Además, estas guerras proveyeron de mano de obra esclava y aumentaron la producción agrícola. Esto implicó que la población pagó muy poco (o nada) de las campañas. Así, la Roma imperial se fue expandiendo hasta Augusto (27 AEC-14 EC), que dobló el tamaño del Imperio hasta alcanzar casi su máxima extensión.

Pero estas tasas de ingresos no se pudieron mantener por varias razones: i) El número de conquistas posibles fue declinando cuando Roma chocó con el Imperio persa por el este y sus fronteras norte y sur lindaban con tierras poco interesantes. ii) Al incrementarse el tamaño del Imperio, también lo hicieron los costes de transporte, especialmente por tierra1. iii) Una vez conquistadas nuevas tierras y obtenidos los beneficios del botín, era necesario invertir en obras de ingeniería civil, en burocracia y en unidades militares2, lo que hacía que los beneficios fuesen decreciendo, mientras los costes se incrementaban. iv) De una economía basada en el oro y la plata expoliados, junto a cantidades crecientes de trabajo esclavo, se pasó a una centrada solo en los excedentes agrícolas y en la minería de metales preciosos, que eran mucho menos rentables y, además, se fueron agotando (erosión de suelos, desplazamiento de agricultores al ejército, agotamiento de las mejores vetas y de la madera para fundir los metales3). Así, el Imperio tuvo que enfrentar crecientes problemas fiscales y energéticos. El presupuesto era suficiente para el funcionamiento normal, pero no daba para afrontar gastos inesperados, que eran inevitables, como repeler a los pueblos “bárbaros”. v) A esto se sumó que una parte importante del oro romano fue hacia Oriente a cambio de productos de lujo como seda y especias.

Para hacer frente a estos problemas, los sucesivos Gobiernos fueron vendiendo parte del tesoro y de las tierras estatales. Pero las estrategias principales fueron otras. La primera consistió en la obtención de derechos de señoreaje4 crecientes a través de la devaluación de la moneda por su mezcla con metales de menor valor5. Además, como la devaluación de la moneda producía inflación, la deuda del Estado se iba haciendo menor con el tiempo6. La segunda estrategia fue un incremento de impuestos al campesinado y, como consecuencia de ello, el aumento del expolio agrario. Esto último incentivó una erosión creciente del suelo.

Pero la sangría financiera siguió aumentando. Por una parte, en la medida que se incrementaban los impuestos, también tuvieron que hacerlo los gastos para legitimar el poder de Roma a través de aumentos de salario en el ejército, construcción de infraestructuras o subsidios. Además, las guerras contra las poblaciones germánicas no producían ya botines. A todo ello, se sumaban los gastos suntuosos de los/as patricios/as, que consumían grandes cantidades de productos exóticos de Asia pagados con oro y plata. En los dos siglos siguientes, la situación empeoró al doblarse el ejército y la burocracia, con todos los gastos que eso conllevó. En el siglo III EC, los impuestos estaban agotando al campesinado, que a su vez veía cómo la tierra iba perdiendo fertilidad. En el siglo IV EC, la población había descendido un 40% (fruto de hambrunas y epidemias), con lo que se abandonaron numerosas tierras, fenómeno que se acrecentó por las presiones a la población agraria a enrolarse en el ejército. Así, el sistema tributario, basado en el campesinado, fue entrando cada vez más en quiebra7. La situación final era de agotamiento financiero, pérdida de legitimidad y debilidad militar, hasta el punto de no poder garantizar la integridad de las fronteras. Todo esto acompañado de una creciente decadencia científica y filosófica, que no llegó con los pueblos germánicos, sino que fue una tendencia que se produjo sobre todo a partir del siglo III EC.

Los problemas no eran ni solo, ni fundamentalmente, financieros. Más radicales que estos eran los ambientales. El Imperio romano produjo una fuerte deforestación para roturar nuevas tierras8, construir barcos y casas, alimentar al ejército9, dotarse de combustible y sostener su alta urbanización10. Además, la erosión del suelo en las penínsulas itálica e ibérica fue notable. Todo ello muestra cómo el metabolismo romano fue hallando sus límites. Se pasó de unos altos rendimientos por la apropiación de botines en forma financiera (oro) y energética (esclavos/as, tierras), a unos rendimientos decrecientes por el incremento de gastos y la disminución de la productividad agraria. A todo ello se sumó que alrededor de 300 EC el clima se hizo más húmedo y frío, lo que redujo la productividad de la agricultura romana basada en cereales y vides (Lambert y col., 2020). En contraposición, el del norte de Europa se hizo más seco, lo que empujó a los pueblos germanos, godos y hunos hacia el sur.

La decadencia también tuvo como una de sus causas centrales el descenso poblacional11 que hizo que se abandonasen tierras y se complicasen las finanzas imperiales y el reclutamiento para el ejército. Este descenso estuvo motivado por epidemias que sobrevinieron en periodos de 25-30 años a partir de la Plaga Antonina (165 EC), probablemente de viruela. Estas epidemias tienen su origen en el desequilibrio ecológico inducido por el surgimiento de la civilización romana. Las grandes rutas militares y comerciales hacia al mundo persa e indio, eran avenidas para las pandemias mundiales. Dado que la conquista romana de las tierras salvajes perturbaba al mismo tiempo los equilibrios biológicos, las concentraciones urbanas que se estaban produciendo constituyeron verdaderos caldos de cultivo favorables al desarrollo de epidemias (Harper, 2019).

En el siglo II EC, las incursiones germánicas y las plagas ya habían debilitado considerablemente el Estado. En el siglo III EC, los problemas fueron cada vez más acuciantes, añadiéndose crisis económicas y guerras civiles. En el siglo IV EC, se sumaron a la lista de calamidades las hambrunas. En 395 EC, se partió el Imperio en dos, restaurándose momentáneamente la estabilidad, pero en 476 EC colapsó definitivamente el Imperio occidental. El colapso fue bien recibido por una parte importante del campesinado, pues supuso una liberación del yugo de Roma. Realmente, las invasiones germánicas se parecieron más a migraciones masivas en oleadas12, no exentas de violencia, que fueron sustituyendo la administración romana, pero que no perseguían la caída del Imperio, sino participar de sus beneficios13. Al final, en distintos lugares, como Bretaña, el nivel de complejidad social tras la caída del Imperio fue menor que la existente previamente. La urbanización cayó en todo el Mediterráneo14.

De este modo, la caída del Imperio romano occidental no tuvo una única causa, sino múltiples procesos de realimentación positiva que hicieron que su complejidad no se sostuviese una vez que sus costos económicos y energéticos fueron creciendo por encima de los beneficios. Sin embargo, el Impero oriental sí sobrevivió durante unos siglos. Ello se debió a su mayor fortaleza económica15, cantidad de población y agricultura más productiva. Además, las fronteras orientales eran más seguras que las occidentales. También a que restauron los jubileos de deuda (Hudson, 2018) de los primeros Estados agrarios mesopotámicos, lo que resultó determinante para su estabilidad política y económica, pues redujeron la desigualdad social y aumentaron la solvencia del campesinado.

La población del Imperio no pareció ser consciente de todo este proceso de decadencia. Sí de las derrotas militares, pero no de la situación más de fondo, pues fue, desde la perspectiva temporal de una vida humana, demasiado lenta para ser apreciada con claridad.

1El transporte por carretera era 28-56 veces más caro que por mar (Bardi, 2017b). Y eso a pesar de que el Imperio romano contó con la red más extensa, densa y mejor construida de carreteras del mundo en esa época (Smil, 2017).

2Alrededor de 1/2 de los impuestos se dedicaba a sostener el ejército (Chew, 2007). En el siglo IV EC, el ejército de mercenarios tenía 650.000 efectivos (Harman, 2008).

3La fundición de plata consumió más de 500 millones de árboles durante 400 años, deforestando más de 180.000 km2 (el doble del área de Portugal) (Perlin, 2004). Solo la mina de Río Tinto debió de consumir 750 ha/año (Smil, 2017).

4Es lo que se embolsa quien emite la moneda como consecuencia de la diferencia entre su valor nominal y el coste de su producción.

5Al final del siglo III EC, el denario había perdido un 98% de su contenido en plata.

6Con una inflación del 5% anual, los precios se doblan cada 14 años, mientras que la deuda permanece en el mismo valor nominal si no se corrige en el mismo porcentaje.

7Una prueba es que, en el momento del colapso, la mayoría del campesinado que no era esclavo/a se había convertido en siervo por deudas con los patricios, lo que sería el germen del sistema feudal (Graeber, 2011).

8Así, desaparecieron el león de Europa, el tigre de Irán y Armenia, o el elefante, el rinoceronte y la cebra del norte de África.

9El consumo de cereales del ejército romano en Bretaña requería unas 81.000 ha de tierra, que para ser aradas demandaban unos 10.000 animales de tiro. La alimentación de estos animales requería 12.000-20.000 ha extra de cultivo cerealístico o de pastos (Chew, 2007).

10Roma requería una superficie como el actual Líbano de trigo para abastecerse. El conjunto de la población imperial necesitaba un área similar a la Francia contemporánea (Homer-Dixon, 2008).

11El máximo de la población europea en tiempos del Imperio romano debió estar alrededor de los 35 millones para descender a los 16 en 650 EC (Bardi, 2019).

12Probablemente, las primeras oleadas sí fueron militares en búsqueda de botines.

13Estas poblaciones venían huyendo de otros grupos que operaban más al este (McNeill y McNeill, 2010) y del enfriamiento climático que se produjo en su región (Martín Chivelet, 1999; Brooke, 2014).

14Entre las ciudades mayores (Roma, Cartago, Constantinopla, Antioquía y Alejandría), dos casi desaparecieron (Cartago y Antioquía) y el resto redujeron considerablemente su población. Así, Roma pasó de 1.000.000 de habitantes en 100 EC, a 500.000 en 500 y 15.000 en 1084 (Homer-Dixon, 2008).

15Los impuestos no fueron tan gravosos para el campesinado como en el oeste y, a la vez, fueron suficientes para tener un tesoro saneado. Además, se quedó con 2/3 de la riqueza del antiguo Imperio (Chew, 2007).

Cuestiones

  1. Escribe el significado de las siglas AEC y EC.
  2. Encuentra 3 cosas del texto que no comprendas bien y pregúntalas en clase.
  3. Explica al menos tres causas del colapso del Imperio romano y cómo se relacionan entre sí.
  4. Extrae al menos un aprendizaje del colapso del Imperio romano aplicable a la actualidad.