En una entrada reciente referimos los desafíos que el último informe del IPCC marca para la lucha contra el cambio climático. Esto se plasma, como dice el científico climático de la NASA James Hansen en que “si la humanidad desea preservar un planeta similar a aquél en el que se han desarrollado todas las civilizaciones, y al que la vida se ha adaptado, la evidencia paleoclimática y el cambio climático en curso indican que el CO2 debe ser reducido a, como mucho, 350 ppm, pero probablemente incluso menos (…). El valor preindustrial definido como ‘normalidad’ es de 280 ppm”. Esto permitiría que no se disparen (o lo hagan de forma mínima) muchos de los bucles de retroalimentación positivos que hemos descrito en la entrada citada y situaría el incremento de temperatura por debajo de 1’5ºC, probablemente en 1ºC, respecto a los valores pre-industriales. Además, esto permitiría que los impactos del cambio climático fuesen más fácilmente asumibles. Para conseguir este objetivo de concentración de CO2 en la atmósfera, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero debería alcanzar su máximo en el año 2.015 como tarde y, a partir de ese momento, comenzar a disminuir, hasta reducirse a un 10% de las de 2.011 en 2.050, cuando la concentración de CO2 bajaría hasta 350 ppm (actualmente están por encima de 400 ppm). Sin embargo de la COP19 de Varsovia no va a surgir ningún acuerdo y mucho menos ningún acuerdo que considere mínimamente estos imperativos.
Entre las causas de este desastre está la exitosa influencia empresarial en las cumbres climáticas. CEO ha sacado un detallado informe en el que desgaja la presencia de grupos de presión empresariales en el corazón de la cumbre de cambio climático que se está realizando en Varsovia.
En primer lugar, merece la pena analizar quienes están patrocinando la cumbre. Encontramos empresas del mundo del automóvil (BMW, General Motors, LeasePlan), de la aviación (Emirates), de la energía (Alstom, Lotos, PGE) y de la industria pesada (Acelor Mittal). Sus cuantiosas aportaciones buscan retornos que, a buen seguro, van más allá de una mejora de su deteriorada imagen ambiental. Es más, parece que es una forma de dar mayor dimensión a la labor de cabildeo climático que ya venían haciendo.
Porque, además de las empresas patrocinadoras, están actuando varios grupos de presión. Entre ellos destaca la Asociación Mundial del Carbón (WCA por sus siglas en inglés), que incluye a gigantes del sector como ArchCoal, Glencore, General Electric, Rio Tinto y Katowice Coal Holding. WCA ha celebrado una Cumbre Internacional del Carbón y del Clima en el marco de la COP19 bajo el lema “Tecnologías, oportunidades e innovaciones del carbón limpio”. Las industrias vinculadas al carbón y el Gobierno de Polonia, anfitrión del evento, pretenden legitimar su apuesta por la energía más nociva con una campaña de “lavado verde”. Por medio del “Comunicado de Varsovia” llaman a incrementar el uso de tecnologías como la captura y almacenamiento de carbono. Es más, esta tecnología tiene también su propio grupo de cabildeo específico, la Asociación por la Captura y el Almacenamiento de Carbono, a la que pertenecen Shell, BP, Vattenfall, GDF Suez, Zurich Financial Services Group, Siemens, E.ON y Alstom (financiador oficial de la cumbre).
La captura y almacenamiento geológico de carbono consiste en la separación del CO2 emitido por centrales de carbón, cementeras y otras, y su inyección en cierto tipo de formaciones geológicas. Los problemas son múltiples: i) hoy por hoy no existen garantías de que este CO2 no se libere con el tiempo, ii) el secuestro de un 10% de las emisiones actuales supondría inyectar en el suelo un volumen de gas comprimido equivalente o mayor que el volumen de petróleo extraído, iii) la técnica hace aumentar en un 20-30% el consumo de carbón, iv) se incrementan los costes de producción entre un 30 y un 80%, y v) es una tecnología muy inmadura: El mayor proyecto de secuestro de carbono es el de Sleipner (Noruega), donde desde 1.996 Statoil ha bombeado 1 millón de toneladas de CO2 al año. Pero harían falta 10 proyectos iguales para confinar el CO2 generado por una sola planta térmica de carbón grande. En el mejor de los casos, la tecnología no estará lista para comercializarse hasta 2.035.
Otro de los grupos de presión presentes en Varsovia es Asociación Internacional de la Industria Petrolera para la Conservación Ambiental (IPIECA, por sus siglas en inglés). Cuyo nombre parece inventando por el Ministerio de la Verdad de la novela de Orwell “1984”. Entre sus miembros están BP, Chevron, Repsol, Saudi Aromco, Shell, Statoil, Total y ExxonMobil. Esta última ha estado financiado estudios que pusiesen en cuestión la existencia del cambio climático o su origen antropogénico durante años: entre 1998 y 2011 ha dedicado 22 millones de dólares a este fin, según denuncia Greenpeace.
A estos conglomerados se añaden otros clásicos en estos encuentros: BusinessEurope (que incluye a Unilever, Pfizer, Phillip Morris International, BASF, Rio Tinto, Microsoft, Lukoil, Shell o BP, así como a los financiadores de la cumbre Alstom, ArcelorMittal y BMW), el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible (club de directivos de multinacionales como Shell, GDF Suez, Duke Energy, Veolia, Vale, Dow Chemical, Monsanto, E.ON, BP, Rio Tinto y nuevamente las patrocinadoras de la cumbre Alstom, ArcelorMittal y BMW), el Foro Económico Mundial (ArcelorMittal, BP, Exxon Mobil, Statoil, Total, Shell and Gazprom, Rio Tinto, BASF, Lockheed Martin, Monsanto), Grupo Climático (Duke Energy, Goldman Sachs, HSBC, Veolia, el grupo empresarial de Rupert Murdoch, el Banco Mundial e incluso el Global Compact de Naciones Unidas) o la Cámara Internacional de Comercio. Una característica común de todos estos grupos de presión es que abogan por la existencia de acuerdos voluntarios, mecanismos de mercado y tecnologías “mágicas” como la captura y el almacenamiento de carbono.
Al final igual no será una casualidad que el carbón, el combustible fósil más sucio, sea uno de los grandes ganadores (o, al menos, amnistiados) de las cumbres climáticas. Como muestra un estudio de BankTrack, CEE Bankwatch, Urgewald y Green Network, entre 2005 y 2013, 89 bancos comerciales invirtieron unos 118.000 millones de euros en la extracción del carbón (un incremento del 397% desde la entrada en vigor del Protocolo de Kioto). El 71% de este capital lo proveen 20 bancos, entre ellos los bancos europeos más grandes. Es más, durante la cumbre Canadá, Japón y Australia recortan sus objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y anunciaron nuevas inversiones en minería de carbón y extracción de petróleo.
También resulta “normal” que los mecanismos de mercado (MDL, REDD, comercio de emisiones) sean los que más se han desarrollado y que no haya ningún nuevo acuerdo vinculante en las últimas cumbres y, desde luego, esta no será una excepción.
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