La entrada de esta semana empieza proponiendo el visionado de un videoclip del Movimiento Agroecológico Latinoamericano MAELA (https://maelac.wordpress.com/inicio/). MAELA es una articulación abierta, plural y diversa de experiencias de desarrollo, producción, investigación, formación y promoción de la cultura campesina y de la tradición agroecológica. Congrega a más de 150 instituciones u organizaciones (agricultores/as familiares, campesinos/as, indígenas, consumidores/as, ONGs, instituciones de educación y universidades) y plantea alternativas frente al neoliberalismo y la globalización económica, por ser éstas excluyentes y discriminatorias de las culturas y saberes, en este caso, de los pueblos de América Latina y el Caribe.
La agroecología se propone como una alternativa global a los grandes monopolios del sector agroalimentario y a la concentración de las tierras fértiles (los grandes latifundios) y de las semillas. Representa en ese sentido un sistema alternativo que pone en dialogo e incluye economía, política, sociedad civil, y también (pero no como único objetivo) producción agrícola. Los movimientos para la agroecología apuestan por cambiar el sistema en su conjunto, implicando e incluyendo en ese proceso a todos los sectores y aspectos de la sociedad, no sólo el de la producción agrícola, sino también a los territorios, su identidad, a las comunidades, al medio natural, a los recursos naturales, etc. El objetivo es lograr una mayor autonomía con respecto a las lógicas del mercado, con técnicas de diversificación de la producción, renunciando al uso de contaminantes químicos, promoviendo una rotación sostenible del suelo, respetando sus ciclos de renovación y, en definitiva, democratizando el sistema de producción de comida (desde el principio del ciclo, a través del suelo y las semillas, hasta el final, cerrando ciclos con el reaprovechamiento de los residuos orgánicos). Agroecología, en ese sentido, es asegurar la soberanía alimentaria de los pueblos.
Miguel Altieri, profesor de agroecología de la Universidad de Berkeley, en California (EE.UU.), y reconocido experto internacional en ecosistemas agrícolas, nos proporciona algunos elementos relevantes sobre el fenómeno agroecológico: alrededor de mil millones y medio de campesinos y campesinas del mundo trabajan 7 mil variedades de cultivo y un gran número de especies, alimentando al 70% de la población, utilizando algo más del 24% de los suelos fértiles, menos del 20% de los combustibles fósiles y del 30% del agua utilizada en el conjunto de usos agrícolas. Otro elemento a tener en cuenta es que en agroecología los tipos de cultivo son tradicionales y familiares, a pequeña escala, y los campesinos y campesinas utilizan semillas autóctonas, contribuyendo así a la conservación y reproducción del patrimonio genético y también al rendimiento agrícola en general, la resiliencia, la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático.
Con estos datos y con el material antes mencionado, os recomendamos introducir y profundizar con los alumnos y alumnas en el tema, proponer debates entorno a ello, invitando al alumnado a reflexionar también sobre la importancia de la variedad hortícola, de leguminosas, etc. en el contexto urbano y/o rural más cercano. Podría ser muy útil, al respecto, promover la búsqueda y la clasificación empírica de variedades de frutas, hortalizas, etc. que sean capaces de encontrar, así como proponer una reflexión sobre el acceso a estas variedades. También podría ser interesante que el alumnado trabajase sobre el diseño, la organización y la importancia de un banco de semillas.
Queremos cerrar esta entrada citando un extracto de la antigua leyenda guaraní del colibrí:
“Un gran incendio asolaba el bosque y todos los animales huían despavoridos para salvar su vida. Todos, menos un pequeño colibrí, que iba una y otra vez al lago, llenaba su pico de agua y la dejaba caer sobre el fuego.
Un lagarto, intrigado por este comportamiento, se dirigió a la avecilla:
–Colibrí, ¿tú estás loco? ¿Acaso crees que vas apagar el incendio arrojando unas cuantas gotas de agua sobre el fuego?
A lo cual replicó el colibrí con toda serenidad:
–No sé si voy a apagar el incendio, pero yo hago mi parte”.
Este pequeño y bonito cuento, recuerda el trabajo y el esfuerzo que hacen los pequeños campesinos y campesinas de todo el mundo, que sostienen de manera incansable y tenaz esa agricultura a pequeña escala, tan diversa, en armonía con la naturaleza y sus ciclos, y que realmente alimenta a gran parte de la población mundial.