Esta semana queremos compartir con vosotras y vosotros un material elaborado por InteRed, la fábula de La ostra y el pez, para trabajar en el aula importantes valores como son el respeto, el reconocimiento y la valoración de la diferencia y la diversidad, la inclusión, la aceptación, la autoestima y la superación de estereotipos y prejuicios. Además, puede ayudar a reflexionar sobre algunas dificultades que podemos encontrarnos a la hora de acercarnos a alumnado de manera más individualizada y cercana.
La Fábula de la Ostra y el Pez
Érase una vez una ostra y un pez. La ostra habitaba las aguas tranquilas de un fondo marino y era tal la belleza, colorido y armonía del movimiento de sus valvas, que llamaban la atención de cuantos animales por allí pasaban.
Un día acertó a pasar por el lugar un pez que quedó prendado al instante. Se sintió sumamente atraído por la ostra y deseó conocerla con todo su ser. Sintió un fuerte impulso de entrar en los más recónditos lugares de aquél animal misterioso. Y así, partió veloz y bruscamente hacia el corazón de la ostra, pero ésta cerró, también bruscamente, sus valvas. El pez, por más y más intentos que hacía para abrirlas con sus aletas y con su boca, aquellas más y más fuertemente se cerraban. Pensó entonces en alejarse, esperar a cuando la ostra estuviera abierta, y en un descuido de ésta, entrar veloz sin darle tiempo a que cerrase sus valvas. Así lo hizo, pero de nuevo la ostra se cerró con brusquedad. La ostra era un animal extremadamente sensible y percibía cuantos mínimos cambios en el agua ocurrían, y así, cuando el pez iniciaba el movimiento de acercarse, ésta se percataba de ello y al instante cerraba sus valvas.
El pez triste, se preguntaba ¿por qué la ostra le temía?, ¿cómo podría decirle que lo que deseaba era conocerla y no causarle daño alguno?, ¿cómo decirle que lo único que deseaba era contemplar aquella belleza y compartir las sensaciones que le causaban?
El pez se quedó pensativo, y estuvo durante mucho rato preguntándose qué podría hacer. De pronto se le ocurrió una gran idea. Pediré ayuda, se dijo. Sabía que existían por aquellas profundidades otros peces muy conocidos por su habilidad para abrir ostras, y hacia ellos pensó en dirigirse. Sabía que eran peces muy ocupados y no deseaba importunarles. Deseaba que le escucharan y que le prestaran su ayuda.
Tras pensar algún rato, llego a la conclusión que lo mejor era informarse por otros peces que les conocían cuál era el mejor momento para abordar a la ostra, cómo tendría que presentarse. Después de informarse muy bien, eligió el momento más oportuno y hacia ellos se dirigió.
– Hola, dijo el pez. ¡Necesito vuestra ayuda! Siento grandes deseos de conocer una ostra gigante pero no puedo hacerlo porque cuando me acerco cierra sus valvas. Sé que vosotros sois muy hábiles en abrir ostras y por eso vengo a pediros ayuda.
El pez continuó explicándoles las dificultades que tenía y los intentos por resolverlas.
Llegó a decirles la sensación de impotencia que le entraba y los deseos de abandonar tras tantos intentos fallidos.
Los peces le escucharon con suma atención, la hicieron notar que entendían su desánimo pues ellos se habían encontrado en circunstancias similares. Le felicitaron por el interés que mostraba en aprender y por la inteligencia que demostraba tener al pedir ayuda y querer aprender de otros.
El pez se sintió mucho más tranquilo y esperanzado, les contó los temores que tenía al pedirles ayuda y fue “abriéndose” cada vez más a toda la información que aquellos avezados peces le contaban. Escuchó con atención como a pesar de sus habilidades había algunas ostras que les resultaban difíciles de abrir, pero ello, más que ser un motivo de desánimo, les estimulaba a seguir investigando y reunirse para intercambiar conocimiento y mejorar sus prácticas de abrir ostras.
Los peces continuaron en animada conversación.
– Mira, algo muy importante que has de lograr es suscitar en la ostra el deseo y las ganas de comunicarse contigo.
– ¿Y cómo podré lograrlo?
– De la misma manera que tú has logrado comunicarte con nosotros y “abrir nuestras valvas” de pez.
– ¿Cómo?
– Tú deseabas que nosotros te escucháramos y te prestáramos ayuda. Nos has dicho que dudabas de si podrías lograrlo, ¿no es verdad?
– Si, así es.
– Podrías haberte quedado con la duda, pero en lugar de eso, diseñaste un plan de acción. Buscaste información acerca de nosotros, te informaste de cuál era el mejor momento de abordarnos y qué decirnos. Tú sabías que nosotros éramos muy sensibles a la expresión honesta y sincera de “necesito vuestra ayuda”. También sabías que nos agrada, como a todo hijo de pez, el reconocimiento de nuestra competencia y veteranía en abrir ostras. También nos gustó tu mirada franca y serena, además de tus firmes y honestas palabras.
– Si, en efecto eso es lo que hice. Ahora que lo decía mis valvas de pez se sintieron también abiertas al notar que me escuchabais con atención. Me agradó mucho el que os hicierais cargo de mi impotencia, y por qué no decirlo, me agradó también el que me felicitarais por pediros ayuda.
– Claro, todo eso suele ser reciproco, contestaron los peces.
– Muy bien, pero ¿cómo podré hacerlo con la ostra? No conozco su lenguaje, sus costumbres, sus miedos, no conozco tampoco que es lo que le agrada.
– Bien, también has diseñado un plan de acción para abrir la ostra. El primer paso ha sido el de visitarnos para que te informemos de sus costumbres, de sus miedos, de todo aquello que le agrada.
Te podemos decir todo aquello que suele suscitar temor en las ostras. Les asusta el movimiento brusco de las aguas, de hecho habrás observado que cuando hay tempestades y hay mucho oleaje, las ostras están fuertemente cerradas. Es por eso que si te acercas a ellas cuando hay muchas turbulencias tendrás grandes dificultades para lograr que se abran.
Les asusta el que algún animal se acerque de modo imprevisto y el que se entre en sus interioridades sin antes conocerse durante algún tiempo. Les agrada en cambio los movimientos suaves, los besos y las caricias. También les agrada mucho el que se les hable en su lenguaje. Habrás observado que lanzan a través de sus valvas pequeñas pompas de aire. Si las observas con suma atención, podrás aprender los códigos que utilizan y sus significados. Cuando están tristes, asustadas, tiernas o alegres.
De este modo, los peces continuaron asesorándole. Le invitaron a pasar largos ratos observando el comportamiento de la ostra. Le invitaron también a asistir a algunos de los cursillos que organizaban y le regalaron un manual. “El manual de abridor de ostras”.
Tras varias semanas de observación, aprendizaje y entrenamiento, el pez pudo por fin disfrutar con aquella bellísima ostra. Pudo ¡al fin!, lograr entrar en las interioridades de las ostras y compartir las sensaciones que le causaba. Pudo, al fin, comunicarse.
DESCRIPCIÓN DE LA ACTIVIDAD
Lectura del cuento y posterior reflexión sobre su contenido. ¿Cómo podrá este pez curioso relacionarse con la ostra si ésta se cierra cuando él se acerca? ¿Podrá tal vez pedir ayuda a los peces abridores para que le enseñen cómo hacerlo?
DESTINATARIOS/AS
Alumnado de Primaria, Secundaria, Bachillerato, Formación Profesional y personas adultas.
OBJETIVOS
- Reflexionar sobre nuestra actitud al comunicarnos con las demás personas.
- Aprender a conocer y observar los rasgos de personalidad de los/as compañeros/as.
- Reconocer la utilidad de pedir ayuda a quien sabe más que una/o misma/o.
DESARROLLO
Para Primaria:
- Contar el cuento al alumnado, simplificándolo en lo que se crea pertinente para adaptarlo a su edad.
- Posteriormente realizar caretas con los personajes de la historia, de modo que cada niño/a tenga la careta de un pez y de una ostra.
- Después, representar el cuento de manera interactiva con el alumnado. Se crearán tres grupos: los peces, las ostras y los peces abridores.
- La parte de la reflexión sería directamente grupal, guiada por la persona que dinamiza, centrada en la importancia de tratar con cariño y respeto a las personas.
Para Secundaria, Bachillerato, Formación Profesional y personas adultas:
- Entrega de una fotocopia del cuento a cada persona participante y lectura. También puede ser contado por la persona que dinamiza.
- De manera individual, cada persona pensará en qué momentos de su vida se ha sentido como la ostra y en qué momentos como el pez, dejándolas por escrito. En pequeños grupos, se pondrá esto en común.
- Después, se reflexionará en subgrupos sobre el contenido del cuento, respondiendo a estas preguntas (se les puede dar por escrito):
- ¿Cuál era el objetivo del pez?
- ¿Qué crees que pensó la ostra cuando el pez se acercó a ella la primera vez?
- ¿Y cómo crees que se sintió la ostra?
- ¿Pensó el pez en la posibilidad de que así la ostra se sentiría mal?
- ¿Pudo el pez conseguir al principio del cuento su objetivo?
- ¿Podía conseguirlo solo? ¿A quién pidió ayuda?
- ¿Qué hizo para poder conseguirlo? ¿Cuál fue la nueva estrategia?
- ¿Cómo crees que se sintió la ostra con esta nueva estrategia?
- ¿Tuvo el pez en cuenta las necesidades, el lenguaje y sentimientos de la ostra?
- Posteriormente, se hará un apuesta en común con las conclusiones de cada subgrupo, abriéndose el debate sobre la cuestión:
- ¿Qué hay que tener en cuenta antes de acercarme a otra persona? (sus sentimientos y características).
- ¿Puedo necesitar a veces los consejos o ayuda de otras personas? (importancia de la humildad al pedir ayuda).
MATERIALES
Fotocopias del cuento, que podéis encontrar en este enlace