La ciudad siempre ha sido algo más que calles con edificios a los lados, la vida urbana es sinónimo de relaciones sociales, convivencia y conflicto en un entorno altamente artificializado. Esta intensidad relacional ha sido denominada como “sinecismo”, primero por Jane Jacobs y Edward Soja, después planteándola como la chispa que genera la innovación y favorece la creatividad social y económica debido al hecho de vivir junto a otras personas.
Esta sinergia forjada por la proximidad espacial y el modelo de ciudad más convivencial comenzaría a erosionarse por la introducción masiva de la movilidad motorizada después de la II Guerra Mundial. En cuanto este proceso se intensificó surgieron las primeras movilizaciones ciudadanas de oposición a las grandes infraestructuras del transporte, de la mano de las pioneras reflexiones sobre lo que estaba sucediendo y como evitar esta decadencia de la vida urbana. Un referente de este proceso sería el libro Vida y muerte de las grandes ciudades de Jane Jacobs, de 1961.
En este contexto se forma el urbanista Donald Appleyard, pionero en la investigación del impacto de las infraestructuras de transporte en la vida urbana, e impulsor de políticas públicas orientadas a calmar el tráfico en las ciudades. En 1981 publicaba el libro Livable Streets, inédito en castellano, fruto de un exhaustivo trabajo de campo, en San Francisco, que le permite mapear las redes de relaciones sociales que se mantienen en un vecindario dependiendo de la intensidad de tráfico que soportan sus calles. Investigó tres calles lo más idénticas posibles, salvo por el volumen de tráfico que las atravesaba. Llegando a la conclusión de que las calles con niveles de tráfico ligeros (inferior a 2.000 coches al día) mostraban una elevada interacción con el vecindario del otro lado de la calle, que iba menguando a medida que se iba aumentando el tráfico de automóviles. El trabajo de Appleyard demostró empíricamente las intuiciones de muchos urbanistas y supuso un estímulo para repensar el diseño urbano, introduciendo las calles peatonales, zonas de calmado del tráfico, incipientes carriles ciclistas, calles de coexistencia.
Donald Appleyard –ironía del destino- moría atropellado en 1982 por un coche que circulaba con exceso de velocidad, interrumpiendo esta muerte prematura una trayectoria intelectual de gran influencia. Su legado ha seguido orientando y estimulando a muchos urbanistas que aprovechando los 30 años de Liviables Streets han reactualización y puesto en valor su obra.
Destacan el video de STREET FILMS donde se traslada al formato audiovisual su investigación, la repetición de su investigación en Reino Unido donde curiosamente se llega a las mismas conclusiones o la reciente investigación de Todd Litman, inspirada por la obra de Appleyard, para el Victoria Transport Policy Institute, donde muestra cómo la formación del vínculo social se encuentra relacionada con la densidad de uso del espacio barrial e inversamente proporcional al grado en que los residentes usan sus automóviles. Otras conclusiones muestran cómo quienes viven en barrios de usos mixtos, con espacios peatonales o ciclistas, tienen más probabilidad de conocer a sus vecinos, participar políticamente, confiar en los demás y comprometerse socialmente. Lo que sugiere que las políticas y proyectos de promoción de la actividad peatonal, usar el transporte público y aumentar la mezcla de usos del suelo, tienden a aumentar la cohesión de la comunidad. Y por último también resulta llamativa la reflexión que apunta a que las personas con mayor dependencia del automóvil tienen menor probabilidad de visitar a los amigos, hacer deporte fuera de casa o acudir a actividades culturales, así como mayor probabilidad de pasar más tiempo en casa y ver más horas la televisión.
Entre la seducción de la publicidad, la comodidad y la dependencia inducida, en los países enriquecidos hemos terminado por disponer de un automóvil cada dos habitantes aunque disponemos de sólidos argumentos para pensar que la calidad de vida mejoraría si se introdujeran pautas de movilidad sostenible en las ciudades.
El desgaste de la cultura del automóvil va de la mano del crecimiento de la sensibilidad ambiental y de iniciativas como la red mundial Parking Day. Dicha red propone ocupar durante una jornada plazas de aparcamiento para reconvertirlas en espacios públicos. Así se denuncia tanto el uso abusivo del coche, como la sobreocupación y degradación del espacio público que lleva asociado. Colectivos sociales como Depave, se dedican de forma voluntaria a reconvertir calles asfaltadas y parkings en zonas verdes con el apoyo comunitario. Redes internacionales como la Worldcarfree network se dedican a divulgar y difundir estrategias para reducir la presencia del coche en diversas ciudades del mundo. Prácticas sociales que promueven alternativas al automóvil, pero que sobre todo piensan y dan que pensar.