Tiempo de actuar

Pérdida de biodiversidad y pandemias: un nexo oscuro y peligroso

La reflexión que queremos lanzar a través de esta entrada guarda una fuerte relación con la actualidad de estas semanas, aunque se centra en abordar y proponer un eje de análisis muy específico: existe un nexo, quizás todavía no explorado de modo exhaustivo, entre la pérdida de biodiversidad y una mayor vulnerabilidad de las personas frente al riesgo de epidemias infecciosas.

Esta propuesta constituye una hoja de ruta para orientar al profesorado en cómo trabajar en el aula en una doble dirección: a) la lectura y comprensión de los datos sobre la situación de la biodiversidad (diagnóstico sobre el estado), sus causas y consecuencias y b) profundizar sobre cómo actúa la pérdida de biodiversidad en la exposición al riesgo de pandemias infecciosas. Somos conscientes de que este último vínculo no es lineal y no es muy valorado fuera de ambientes especializados, pero consideramos que puede ser útil y original trasladar este ejercicio de reflexión a la comunidad educativa, en concreto entre el alumnado de bachillerato y los últimos cursos de ESO.

Ficha técnica

Nivel: ESO (últimos cursos, con adaptaciones según el nivel) y Bachillerato

Asignaturas: Biología y Geología; Ciencias de la tierra y del medio ambiente.

Objetivos:

Al final de la técnica, el alumnado…

Temporalización: 3 sesiones.

Desarrollo de la técnica

La presión humana provoca una degradación ambiental sin precedentes que conduce, entre otras cosas, a una pérdida importante de biodiversidad que nos hace más vulnerables: estamos ante lo que se conoce como “La sexta extinción”. Esto significa que la salud de los ecosistemas de los que los seres humanos y todas las demás especies dependen está deteriorándose más rápidamente que nunca. Estamos erosionando los principales fundamentos de nuestras economías, sociedades, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo.

Se estima que al menos 1 millón de especies de animales y plantas se encuentran actualmente en amenaza de extinción (según Informe IPBES). Se han evaluado más de 112.400 especies, de las cuales más de 30.000 están en peligro de extinción, lo que equivale al 27%. El peligro afecta al 41% de los anfibios, al 34% de las coníferas, al 33% de los arrecifes de coral, al 30% de los tiburones y mantas, al 27% de determinados crustáceos, al 25% mamíferos y al 14% de las aves.

Esta crisis surge de un aumento dramático en la “apropiación humana” de los recursos naturales para mantener el ritmo de rápido crecimiento de la población, los cambios en la dieta hacia un mayor consumo de productos animales y una mayor demanda de energía para soportar todo este aumento de la actividad humana. Cada vez somos más, y cada vez modificamos más las áreas naturales para satisfacer necesidades de bienes y servicios. Al extraer de la naturaleza de manera masiva materiales y energía, ésta pierde capacidad de regulación, como la polinización y la formación de suelos.

Los impulsores directos de estos cambios, clasificados de mayor a menor importancia, son: 1. cambios en el uso de los suelos y el mar; 2. explotación directa de especies; 3. cambio climático; 4. contaminación; y 5. especies exóticas invasivas.

¿Qué sabemos entonces?

Como consecuencia: La pérdida de biodiversidad concierne no solo a la calidad de vida, sino a la posibilidad de la vida misma en la Tierra. Aunque algunos mecanismos se han estudiado ampliamente y están claramente relacionados con las actividades humanas, muchos otros aún necesitan ser entendidos. El aspecto más alarmante de la pérdida de biodiversidad es precisamente el desconocimiento de las consecuencias últimas (directas e indirectas) de nuestras acciones al dañar los ecosistemas, así como su reversibilidad.

Existe un interés creciente por estudiar las interacciones entre el cambio global y la salud humana. Por ejemplo, la expansión de enfermedades por el cambio climático, la mortalidad y la morbilidad por eventos climáticos extremos, el asma relacionada con la contaminación o la propagación de enfermedades transmitidas por vectores.

Estas últimas representan aproximadamente un 17% de las enfermedades infecciosas a nivel mundial. La mayor carga de estas enfermedades, que afectan de forma desproporcionada a las poblaciones más pobres, corresponde a las zonas tropicales y subtropicales.

El sur de Europa ha vivido en estos últimos años la aparición o reaparición de la malaria en Grecia, la infección por el virus del Nilo occidental y Chikunguña en Italia y España, el dengue en Portugal y la esquistosomiasis en la isla francesa de Córcega.  

Llama la atención un dato que manejan las personas expertas en biología de la conservación. Afirman que alrededor del 70% de las enfermedades infecciosas emergentes, y casi todas las pandemias recientes, se generan en animales, y su origen son las interacciones complejas entre animales salvajes y/o domésticos y humanos.

¿Y qué tiene que ver la biodiversidad con todo esto? Parecería que nada, o incluso que juegue como un simple elemento potenciador de los efectos: más animales salvajes, más peligros.

Pero, como siempre, debemos evitar las miradas lineales y considerar los mecanismos complejos de alimentación y retroalimentación, también indirectos, entre sistemas vivos. Veamos:

¿Qué plantea todo esto?

  1. Pensar en la pérdida de biodiversidad implica pensar más allá de la pérdida de especies (relación directa). El funcionamiento complejo de los ecosistemas y las conexiones entre todos sus niveles nos obliga a ponderar también la existencia de efectos indirectos.
  2. El control de las enfermedades infeccionas tiene que empezar en la recuperación de los equilibrios ecosistémicos, lo que conlleva replantear profundamente nuestro sistema social y económico.

En lo específico, el alumnado, dividido en grupos, investigará enfermedades epidémicas que han resultado fatales para sociedades enteras y que, en mayor o menor grado, han escrito paginas importantes de nuestra historia reciente.

Gripe española;

SARS;

MERS;

Covid-19;

Virus del Nilo Occidental

Virus Nipah

Ébola

Esta actividad podría extenderse a explorar, en perspectiva histórica, las epidemias más letales que ha sufrido la humanidad y las consecuencia que han tenido en determinar y configurar el desarrollo de las sociedades.

Ejemplos: la aparición del virus Nipah en Malasia en 1998 estuvo relacionada con la intensificación de la producción de cerdos en los bosques tropicales[1] donde viven los reservorios de murciélagos. Los orígenes del virus del SARS y el Ébola se remontan a los murciélagos que son cazados (SARS) o que habitan en regiones en desarrollo humano creciente (Ébola).

Si quieres profundizar…


[1] La actividad humana facilita su expansión, o promove su salto a seres humanos, o su mutación y aumento de la peligrosidad. Los métodos intensivos de cría de ganado hacen que los animales domésticos estén concentrados y sometidos a mucho estrés fisiológico, además de a dosis altas de medicinas y químicos relacionados con su alimentación, lo que hace que las posibilidades de mutación de virus que ya tienen esos animales, su propagación o su depredación por parte de vectores de transmisión de enfermedades sea más eficaz.

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