¿Sabemos las implicaciones que tiene lo que comemos? ¿Conocemos la historia oculta de muchos alimentos? Más allá de consideraciones de salud, los alimentos disponibles en supermercados pueden esconder historias un tanto turbias que hablan de las conexiones entre lugares alejados del mundo. Te proponemos indagar en la historia de los tomates italianos, relucientes por fuera, pero cuya producción ha traído la ruina a muchas familias en otro lugar… ¿quieres conocer la historia?
Nuestra historia comienza con Prince Bony, un inmigrante ghanés en Italia…
«Prince Bony nunca pensó que después de atravesar el desierto y cruzar el mar acabaría ejecutando el mismo trabajo que tenía en su país. Mientras está sentado ante la puerta de una granja abandonada, un vestigio de la reforma agraria, mira al horizonte y reflexiona sobre su vida. Prince comparte este improvisado hogar con una docena de trabajadores temporales de Ghana. Sin papeles, sin dinero, sin expectativas. Han encontrado refugio en medio del campo, en este cúmulo de ruinas que irónicamente lleva el nombre de Borgo Libertá (Borgo Libertad). Envuelto en un viejo abrigo hecho jirones, Prince contempla el sol mientras se esconde en el horizonte. Y en ese instante, de su boca sale solamente una palabra: “Tomate”. Se le ilumina la cara en cuenta la pronuncia. Pero es un rostro que oculta un halo de tristeza. “En Navrongo, mi ciudad, cultivaba tomates”…».
Este reportaje elaborado Mathilde Auvillain y Stefano Liberti, y publicado en el blog Planeta Futuro, explora los vínculos del comercio de tomates entre Italia y Ghana en los últimos años, y sus consecuencias…
Pero…
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Ghana importa cada año aproximadamente 50.000 toneladas de tomates en conserva. Un mercado muy jugoso que Italia ha copado hasta hace aproximadamente 10 años, pero que ahora debe compartir con China. Los/as autores/as de este reportaje explican cómo las exportaciones italianas de tomates en conserva han impactado en la producción local de tomates en Ghana haciéndola caer estrepitosamente, lo que ha llevado a muchos agricultores a emigrar y trabajar en condiciones durísimas ¡produciendo tomates en Italia!
OBJETIVO DE APRENDIZAJE:
Conocer las conexiones entre la producción agroindustrial en Europa y sus consecuencias económicas y sociales en terceros países, y reflexionar sobre estos vínculos.
COMPETENCIAS:
- Entender de forma comprensiva y críticamente los textos y audiovisuales propuestos.
- Relacionar datos que se ofrecen y obtener conclusiones.
TEMPORALIZACIÓN:
2 sesiones de 50 minutos.
ASIGNATURAS Y NIVEL:
4º ESO, 1º y 2º BTO – Lengua castellana y literatura.
4º ESO -Actividad emprendedora y empresarial.
1º y 2º BTO. – Cultura audiovisual.
2º BTO. – Economía de la empresa.
DESARROLLO DE LA TÉCNICA:
Propuesta 1.
Lengua y Literatura / Cultura audiovisual:
- Hacer el recorrido de los documentos propuestos en “El lado oscuro de los tomates italianos”.
- En parejas, cuenta con tus palabras lo que te transmiten estos textos e imágenes. Escucha a tu compañero/a y juntos/as escribid “La historia de los tomates italianos”.
- Puesta en común grupal.
- Opcionalmente se puede leer también el testimonio de Sini Sarry incluido más abajo.
- Debate grupal sobre las cuestiones planteadas: agroproducción vs. producción local; relaciones dependencia comerciales entre países; reglas del juego comercial injustas y desiguales; causas de las migraciones internacionales…
Propuesta 2.
Economía / Actividad emprendedora y empresarial:
- Hacer el recorrido de los documentos propuestos en “El lado oscuro de los tomates italianos”.
- Dinámica grupal en la que el profesorado introduce las siguientes preguntas:
- ¿Cómo era la producción y el mercado de tomates en Ghana?
- ¿Qué pasó cuando Italia empezó a producir tomates y a enlatarlos?
- ¿Qué consecuencias tuvo sobre los agricultores y vendedores ghaneses?
- ¿Qué posibles razones encuentras para que los tomates italianos lleguen a ser más competitivos en Ghana que los propios tomates ghaneses?
- ¿Qué conexiones encuentras entre las prácticas comerciales europeas (en este caso de tomate italiano, pero podría haber sido cualquier otro producto y país) y la llegada de emigrantes africanos a Europa? ¿Qué crees que habrían hecho Prince Bony y las otras personas del reportaje si el cultivo del tomate en Ghana hubiera prosperado? ¿Se habrían quedado en Ghana?
- Opcionalmente, se puede leer también el testimonio de Sini Sarry incluido más abajo.
- Debate grupal sobre las cuestiones planteadas: agroproducción vs. producción local; relaciones dependencia comerciales entre países; reglas del juego comercial injustas y desiguales; causas de las migraciones internacionales…
RECURSO COMPLEMENTARIO: Testimonio de Sini Sarry
El senegalés Sini Sarry, pescador de profesión, llegó a España hace siete años, cuando la sobrepesca de los grandes buques extranjeros le dejó sin su medio de vida.
Sini Sarry, 37 años, tiene dos hijos pequeños en Senegal. Salió de su pueblo, en la costa senegalesa, hace ahora siete años. «Nunca pensé en salir de mi país, allí estaba muy bien. Desde que nací nunca me ha faltado de nada. Nací en una familia grande. Mi padre era pescador y también tenía campos», señala en un correcto castellano. También él se dedicó a la pesca durante 15 años, pero la sobreexplotación de los grandes buques pesqueros extranjeros les dejó sin negocio y sin un medio de subsistencia. «Llegó un momento en que el mar daba poco: llegaron los grandes pesqueros, que tienen formas de pesca más eficaces, y nos faltaba peces. La pesca iba mal; al mismo tiempo, la gente que venía de Europa y de América tenía cosas que nosotros nunca podríamos comprar, como casas más bonitas y coches buenos, así que pensamos: “allí hay más dinero que donde estamos”, y así empezamos a pensar en viajar a Europa».
En esos años comenzaban a salir las primeras pateras de Senegal; los primeros que salieron ya habían mandado noticias de que habían llegado bien, lo que animó a otros a intentarlo. Salió en la primera patera que partía de su pueblo. Sarry tuvo que recurrir a su larga experiencia en la mar durante la travesía cuando arreciaron fuertes vientos que les desviaron tres días de su ruta. Tardaron nueve días en alcanzar la costa canaria. A 200 kilómetros de tierra firme, la nave se quedó sin combustible, e improvisaron una vela. «Llegamos con la ayuda de Cruz Roja y de los guardacostas; gracias a ellos hemos sobrevivido», apunta. Le trasladaron a un campo de internamiento y después de examinarle le dieron la entrada y le trasladaron a la península. «Cuando llegué pensé, “ya he llegado donde quería llegar; como persona trabajadora que soy, seguro que encuentro trabajo fácilmente”. Pero me di cuenta pronto que en este país no se puede trabajar sin papeles ». Sólo quedaba la venta ambulante y, aunque trató de esquivarlo porque, como explica, «la venta nunca me ha gustado», acabó por aceptar. «Llevaba siete meses en una casa en Salou, en Tarragona, y no trabajaba, no vendía ni hacía nada, sabía que eso no podía seguir así, que tenía que buscarme la vida porque no podía seguir viviendo del apoyo de otros. Llamé a unos compañeros en Madrid y me dijeron que podía vivir con ellos. Era una casa abandonada que tenía agua, pero no tenía luz y empecé a dedicarme a la venta. Ganábamos poco dinero, si no sabes comunicarte bien y te da un poco de vergüenza vender, pues es difícil, y es lo que me pasaba, solo sabía hablar francés y mi idioma materno». En 2008 la asociación CEAR le ofreció ir a una de las casas de acogida. «Me quedé con ellos cinco meses. Allí empecé a estudiar castellano y pude empezar a comunicarme con la gente». Después conoció a algunas personas de la Oficina de Derechos Sociales y empezó a colaborar con ellos hasta hoy.
En cuanto consiguió los papeles hace unos meses, Sarry visitó a su familia en Senegal, después de siete años sin verse. Su hijo pequeño apenas le recordaba. Todos sus ahorros los dejó en Senegal. «Siempre ves allí gente que necesita ayuda y si tienes algo, tienes que ayudarles. Así somos todos los senegaleses, nos ayudamos mutuamente. Ahora yo no tengo trabajo ni dinero y me están ayudando mis compañeros», manifiesta.
Sini Sarry señala que la ruta migratoria ya no parte de Senegal, como hace unos años, sino de Marruecos, a donde llegan de otros países de África para emigrar desde allí a Europa.
Explica las dificultades administrativas impuestas para conseguir los papeles, empezando por los obstáculos de comunicación para muchos de los recién llegados de África subsahariana y critica el trato vejatorio que se dispensa a los que carecen de papeles. Así le ocurrió un par de veces antes de tener los papeles. «Primero, te desnudan completamente para humillarte. Es muy vergonzoso, nunca imaginé que eso ocurriera. Luego te hace la foto, cogen tus huellas y te llevan a la comisaría de Moratalaz por la noche. La policía suele salir por la noche en unas furgonetas pequeñas, donde casi no hay aire, meten gente como si fueran animales, unos esposados a otros. Allí, te hacen más fotos de todas las formas posibles, como si fueras un criminal, otra vez te cogen las huellas y te informan de a qué hora puedes salir del calabozo a hacer tus necesidades. Luego por la mañana te llevan a los juzgados de Plaza Castilla. El juez decide si te deja libre, te pone una multa o dicta una expulsión por 3 ó 5 años. Esto significa que te mandan a un CIE por un periodo que antes era 40 días y ahora es 60 días sin saber si te van a dejar libre o te van a expulsar. Si te expulsan, estás en el CIE hasta que reúnen el número suficiente de personas para un vuelo. Te dicen que “si tienes buen comportamiento, te llevamos sin problemas”, pero si no, te ponen las esposas, o te ponen unas ropas con las que no te puedes mover. Algunos empiezan a dar golpes o a armar un escándalo en el aeropuerto para que no les expulsen, porque si es un vuelo comercial de pasajeros y protestas, el piloto puede decidir que no entras, y a lo mejor te dejan libre, como les ha pasado a algunos. Por eso, cada vez más, usan vuelos militares, y ahí te llevan de todas formas».
A la pregunta de si ha notado más indicios xenófobos desde que empezó la crisis, Sarry asegura que «siempre hay gente que lleva dentro el racismo, lo lleva y lo va a llevar eternamente; pasa en todos los países, incluso en África». Y añade, «habría que decirle a la gente racista que “si estoy en tu país es para ganarme la vida; no vengo a agredir o a molestar”. La mayoría de nosotros tarde o temprano vamos a volver a nuestra tierra natal, así que sólo estamos aquí temporalmente para trabajar y poder vivir mejor, que es lo que quieren todas las personas».
Por Nuria del Viso (publicado en Boletín ECOS nº 24, sept.-nov. 2013)