En Fano, una ciudad italiana de tamaño medio, comenzó hace casi 15 años una experiencia pionera de urbanismo participativo pensada para que niños y niñas intervengan en el diseño de la ciudad que habitan. Promovida por el pedagogo italiano Francesco Tonucci, la idea central de este proyecto es tomar como indicador de habitabilidad de las ciudades el grado de autonomía y posibilidad de ejercer el derecho al juego de la infancia, como un elemento que problematiza otros indicadores de desarrollo como el PIB, la renta per cápita o el número de coches por habitante.
Utiliza el derecho al juego reconocido en la Declaración Universal de Derechos de los Niños y Niñas de la ONU (1 y 2) como una palanca desde la que conseguir un cambio de valores. Esta estrategia fue concebida como una forma de dar la vuelta a los planteamientos dominantes en el planeamiento urbano, al reconocer y legitimar de manera privilegiada la mirada de la infancia, al considerarla compatible con otras miradas subordinadas a la hora de pensar la ciudad (tercera edad, discapacidad, mujeres…).
Se trata de un urbanismo protagonizado por la infancia que se orienta a conseguir ciudades más inclusivas y sostenibles. La mirada que los niños y niñas vuelcan sobre la ciudad prioriza la calidad de vida y tiene la virtud de cuestionar asuntos que son obviedades para los adultos, como la concepción del espacio público, el papel del coche, la noción de seguridad, el valor de los vacíos urbanos… .
¿Cómo es posible? Una vez se logra el compromiso político y la formación de equipos especializados, el proyecto arranca articulándose en torno a tres propuestas centrales:
La primera, la formación del Consejo, un órgano consultivo generado por el Ayuntamiento en el que participan niños elegidos al azar entre los alumnos de 2° y 3° de todas las escuelas de la ciudad. En él se debaten periódicamente las problemáticas con algunos dinamizadores y se sugieren pautas de acción. Algunos ejemplos podrían ser:
- Crítica a cómo se diseñan determinados espacios públicos, especialmente los parques (espacios lisos donde siempre están vigilados, corralillos, equipamientos monofuncionales…), y diseño de propuestas alternativas (espacios ondulados, bancos para los abuelos, no espacios destinados únicamente a los niños).
- La propuesta de que haya calles con nombres dedicados a los niños como forma de apropiación simbólica.
- Modificación de los estatutos comunitarios y municipales recogiendo en ellos el derecho al juego en los espacios comunitarios de los edificios o en los patios de las escuelas por las tardes frente a los niños como molestia (a la hora de la siesta) y de los patios como espacio para aparcamientos.
En sus debates se escuchan frases sencillas que encierran una enorme potencia reflexiva sobre lo urbano: No importa que las plazas sean pequeñas basta con que haya muchas, Los niños deberían de tener para jugar el mismo sitio que tienen los adultos para aparcar los coches, la bicicleta es más democrática que el coche, cuando se construye sobre un espacio verde o libre, se disminuye el espacio de juego de los niños…
Una segunda iniciativa es Vamos solos a la escuela, que trata de fomentar la movilidad de los niños en la ciudad, favoreciendo que acudan solos a la escuela andando o en bicicleta. Para ello han ensanchado y acondicionado las aceras para dar continuidad a los recorridos peatonales, han generado una gran expectativa en el tejido social (trabajo con padres, puntos de ayuda en bares y comercios), señalizando la zona e implementando las multas morales que ponen los niños (no son multas económicas). Un nuevo concepto de educación vial que implica a la infancia en su aplicación.
Y por último encontramos la Planificación compartida, donde grupos de trabajo mixtos formados por niños y técnicos capacitados para acompañar sus procesos creativos y dar forma a las demandas de los niños diseñan elementos urbanos concretos. Una cooperación que se ha traducido en transformación de lugares como las salas de infancia de los hospitales o los espacios infantiles en restaurantes. Iniciativa impulsora de experiencias como los Pequeños Guías Urbanos, El Día del Juego en la Ciudad, calles rotativas cortadas al juego los domingos… . Más allá de las propuestas concretas se trata de una invitación a adoptar otro estilo, otra ética a la hora de abordar las cuestiones urbanas, adoptando una mirada transversal que atraviese las distintas problemáticas (seguridad, movilidad, accesibilidad, zonas verdes, equipamientos, políticas públicas…).
Iniciativas como esta suponen un revulsivo que estimula la imaginación. En nuestra geografía algunas iniciativas se han inspirado en La ciudad de los niños para impulsar proyectos como el camino escolar.
La crisis energética y climática es fruto de un sistema de organización social que prioriza el crecimiento económico por encima de otras muchas variables como la equidad o la calidad de vida. Pacificar el tráfico, priorizar al peatón y la bicicleta, garantizar la accesibilidad universal… son históricas demandas que apuntan hacia una movilidad sostenible. Experiencias como La ciudad de los niños enfatizan la dimensión social de sus propuestas. Un encuentro entre lo social y lo ambiental, donde se consiguen cambios de valores y transformaciones que muestran como en muchos casos lo que es bueno para la gente es bueno para el planeta.