Tiempo de actuar

Reencuentro con los poemas de José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco y alumnos de FUHEM en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, en abril de 2010.

José Emilio Pacheco y alumnos de FUHEM en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, en abril de 2010.

En abril de 2010, José Emilio Pacheco vino a Madrid a recoger el Premio Cervantes 2009. Era el día del libro y muchos alumnos de FUHEM estaban en el Círculo de Bellas Artes para asistir al encuentro previsto del poeta y ensayista mexicano con sus jóvenes lectores.

Es cierto que José Emilio Pacheco llegó cansado, pero también, que se repuso y nos ofreció un encuentro lleno de cariño y complicidad. No se le escapaba al autor que los allí reunidos habían leído su obra, habían reflexionado con sus palabras… y que la emoción estaba muy presente en quienes tenían la oportunidad de preguntarle lo que había surgido en ese proceso de leer y pensar a otro.

De una obra tan extensa como la de José Emilio Pacheco, no sé qué textos pasaron por las manos de nuestros alumnos de entonces. En cualquier caso, para este blog, vienen que ni pintados dos poemas en prosa publicados en su libro La edad de las tinieblas.

¡Que los disfrutéis y os ayuden a mirar el mundo desde la responsabilidad de nuestra especie!

 

Algas

El mundo estaba lleno de algas. De las algas salió el oxígeno y del oxígeno salimos todos. Fuimos durante millones de años bacteria, protozoario, pez, reptil, ave, mono y quién sabe cuántos otros animales. Un día nos erguimos en dos patas y al cabo de nadie sabe cuantos siglos inscribimos el primer texto en un libro de piedra.

La escritura nos hizo humanos. También nos permitió tiranizar al resto de la naturaleza con los resultados que estamos padeciendo. De todos modos el libro de piedra quedó allí con sus signos milenarios.

Hoy ya no existe lo que duró un tiempo sin edad ni memoria. Una bomba lo deshizo en segundos. Ya hemos comenzado el retorno a las algas.

 

Filozoofía

Lección de una semana en el campo: los animales que nos benefician se resignan a nuestra ingratitud. El caballo, la vaca, el cerdo, el burro, la oveja, el cabrito, el cordero tienen mirada triste y bondadosa. En cambio los ojos del halcón irradian vivacidad, soberbia, alegría, confianza en sí mismo.

El halcón, modelo para la flecha, es la máquina de matar, el avión de combate, el misil tierra-aire. Ave de rapiña contra animal de carne y carga, los otros nos lo dan todo: el halcón sólo sabe dar muerte. Debe su orgullo al sentirse del lado del poder, entre los vencedores.

Seguro de cómo funciona el mundo y de quiénes ganan las guerras, el halcón me observa, me desprecia y alza el vuelo.

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